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domingo, 21 de febrero de 2010

LA POBREZA DE JESÚS



Sor.Cecilia Codina Masachs O.P
Monasterio Santa Catalina de Siena
(Paterna) Valencia


Hablar de pobreza en la vida religiosa no es en modo alguno significativo hoy día, de carencia de bienes, sino que pudiéndolos usar libremente, libremente se dejan de usar por el Reino de los Cielos. Esa es la característica propia de la pobreza religiosa.
Ciertamente que el religioso« pobre» varía según la filosofía social de cada cultura, pero existe un determinado «Pobre», que no debería estar sujeto de forma apremiante al ambiente, a la cultura; sino a su voluntad. Esto nos atañe a todos los consagrados en la Vida religiosa de manera plena y donde más debemos ejercer esa pobreza libre o voluntaria es en el interior de nuestro corazón, de tal manera que nuestro voto de pobreza lo podamos vivir para enriquecer todo nuestro ser y hacer. Solo desde esa manera, seremos capaces de albergar sentimientos de ternura, de compasión, en definitiva…de misericordia por toda la humanidad sufriente, que muere sin remedio por hambre, sed y enfermedades. Estos son«nuestros pobres», nuestros preferidos como lo fueron de Jesús y que nos cuentan los evangelistas; por eso Dios Padre nos mandó a su Hijo, para que con él, lo hagamos todo.

¿Y qué podemos nosotros hacer? Esto nos puede hacer recordar las palabras del salmista «El Señor responde: por la opresión del humilde, por el gemido del pobre, yo me levantaré, y pondré a salvo al que lo ansía» (Salmo11).
Así es como debe de permanecer nuestra voluntad, siempre con la actitud de levantarse ante sus propias imperfecciones para ayudar a aquel que está necesitado; sólo nos hace falta poseer la gracia de verlo todo con la mirada con que nos mira Dios.
Pero las connotaciones culturales nos condicionan aún más en lo que se refiere al voto de pobreza que en los de virginidad y obediencia. Eso es lo que aparentemente parece que sea, no obstante esto no es así, porque si lo analizamos con hondura nos daremos cuenta que si un voto está sujeto a condicionantes exteriores, también lo estarán los otros dos; y esa mudanza proviene del interior de nuestro corazón, pues lo que se vive en el exterior, antes ha nacido en nuestro interior.

Seguir a Cristo, pobre, obediente y virgen, es la meta del ser que se ha enamorado de Dios, pero si no se vive este amor«Con locura», no existe seguimiento, sino más bien hay una especie de antitestimonio que estorba y dificulta que la vida del religioso sea creíble por una sociedad en parte paganizada y a la vez hambrienta de lo trascendente.
Esta es una gran responsabilidad para todos los religiosos sean de vida claustral o apostólica; hacer creíble nuestro testimonio evangélico, vivir y hacer que otros puedan compartir esa «Locura» para dar a conocer como alcanzar la Vida Eterna que Jesús, el enviado del Padre nos predica en el Evangelio.
Por eso el religioso no renuncia a enseres o afectos, sentimientos tales como ser padres, madres, sino que más bien se desprende con gozo de «Todo» porque comprende que nada le pertenece, pues todo, absolutamente todo es regalo de Dios para un uso y no para tenerlo en posesión de por vida .La palabra «Renuncia» a nuestro entender, no expresa la grandeza con que Dios nos atavía al escogernos para ser sus esposas; es un alto honor que no merecemos, en cambio si nos «desprendemos» por amor, ese darse a Dios en los hermanos sin pasar cuenta de cuanto dimos ni volvemos a recordarlo con cierta nostalgia, será plenamente un olvidarse de sí mismo para vivir el la pobreza de Cristo. Pues ¿qué teníamos que no se nos fuera dado antes?

La renuncia implica de por sí, sacrificio, dolor y un dar que cuesta; no es que no tenga mérito ¡No, no es eso! Pero no es tan fructífero como el desprendimiento.
Si diéramos una mirada a nuestra vida religiosa, cuando ya han pasado 10,20, o más años, viviendo nuestros votos, cumpliendo nuestra misión de mujeres y hombres orantes, podríamos preguntarnos… ¿Cuantas cosas hemos recuperado que el día de mis votos me desprendí o renuncie? Sí, algunas cosas que hemos recuperado, ciertamente no son tan evangélicas, hay que decir la verdad, otras son realmente evangélicas, pero otras no lo son en nada y obviamente también nos hemos creado otras necesidades que antes no teníamos.
Pero escuchemos qué nos dice Jesús: «Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Jesús nos invita a seguirle sin tener seguridades, pero… ¿Estamos seguras de vivir un estilo de vida tan loco? ¿Qué nos pide hoy a los consagrados en la Vida Religiosa? Necesitamos vivir un nuevo y decidido testimonio evangélico de desprendimiento generoso y de sobriedad, un estilo de vida fraterna inspirado en criterios de sencillez, obertura a cuanto hayamos de decidir y con ese estilo propio del que ama, saber responder a nuevas y viejas maneras de seguir a Cristo en su pobreza, más queremos insistir: «El sentido primero y último de los consejos evangélicos es imitar a Cristo. No se trata simplemente de practicar la castidad o virginidad perfecta, la obediencia y la pobreza, sino de revivir el mismo estilo de vida de Cristo. (Cf. Seguimiento e imitación de Cristo. Sentido cristologíco de la vida religiosa. Aut.Severino Mª Alonso, C.M.F.).

Nos queremos referir con ello a lo que recoge el evangelista (Mat. 13,51-52). «Él les dice:” pues bien todo maestro de la ley que se hace discípulo del Reino del Cielo, es parecido a una cabeza de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”» Pero para este estilo de vida, que desearíamos vivir, existe un espacio generacional importante ya que las comunidades religiosas ya sean claustrales o apostólicas, sus miembros son numéricamente de edad avanzada y hay pocas religiosas jóvenes para intentar hacer cambios realmente sustanciales de la vida día a día y si hiciésemos una revisión de vida a fondo nos haría falta una gran dosis de humildad y agradecimiento entre ambas generaciones
La humildad nos haría poseer la pobreza de espíritu que nos llevaría a construir una verdadera comunidad fraterna y gozar de Dios en nuestra casa, por la paz y madurez en nuestras manifestaciones comunitarias. Y viendo en esta vida cuan misericordioso es Dios con nuestras imperfecciones, nos hará elevar nuestra oración de alabanza de aquel que todo lo agradece, tanto si se lo dan, tanto si se lo quitan.
El voto de pobreza nos da la libertad para entregarnos al amor, pero…«Estemos todos atentos en encauzar rectamente sus afectos, no sea que el uso de las cosas del mundo y un apego a las riquezas contrario al espíritu de pobreza, nos impida la prosecución de la caridad (Lumen Gentium nº 42).
Pero nos podemos preguntar… ¿Cuándo un religioso es pobre?, no se trata tanto de una pobreza material, sino de una pobreza hecha en el corazón. Cuando un religioso pone mil y una excusas para dejar de hacer un hábito determinado, aún pareciendo que es bueno o bien se encapricha de cambiar de celda o de lugar en el coro, o para perseverar en el oficio que se le ha dado o bien en quitárselo, en ocasiones no tiene ningún inconveniente en chantajear al superior para conseguir lo que desea. Este tipo de religiosas sufren una de las peores enfermedades, llamada «egoísmo que junto con la pereza y un carácter violento, las impiden en crecer en las virtudes.

Cuando la voluntad no está ordenada a la caridad, «Sólo servimos a un amo, nosotros mismos». Luego… ¿Dónde tiene la religiosa la libertad? Su libertad está en despojarse de sus excusas, de sus riquezas; ¿Dónde quedaron las palabras de Jesús: «Ven y vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y sígueme? Para un ser que vive la adaptación a su ambiente no consiste en abandonar su verdadera identidad, sino más bien en robustecerse dentro de la vitalidad que le es propia.
Una religiosa debe de aprender a estar disponible para cambiar de rumbo en su vida, en todo momento y circunstancias. Debe de ser capaz de expresar su generosidad«Hasta el extremo»tal como lo hizo Jesús. Darse a la Iglesia, a la Orden, a la comunidad, con alegría.
Con este desprendimiento de su vida, de costumbres y de todo lo que supone seguridad, la religiosa sabrá adaptarse a cualquier cambio y así fortalecerá todas las virtudes y llegar a saber y conocer, realmente qué es ser libre.
Cuando decimos«Queremos ser pobres como Jesús» no estamos afianzando del todo este consejo evangélico, porque en realidad a lo que debemos de aspirar es a «Tener la pobreza de Jesús»para poder de verdad enriquecer a nuestras hermanas y a nosotras mismas.

«La pobreza vivida efectivamente poniendo en común los bienes, comprendido el salario, testimoniará la espiritual comunión que os une y será un reclamo viviente para todos los ricos» (CF. ET 21)
Para expresar la pobreza de Cristo, san Pablo nos dice«Se vació a sí mismo (Flp 2,6-11) ese vaciar, es una actitud interior que nos hace revalorizar nuestra humanidad dándole un sentido cristologíco y no meramente una manera de ser pobre o bien que nos hagan pobres sin oponernos a ello. Muchas veces hemos disfrazado a la pobreza con atuendos poco elegantes; Creo que podríamos pensar cuerdamente que la religiosa que es poco aseada en su persona o bien en sus oficinas, celda etc., está muy lejos de conocer y poder gozar de la pobreza de Jesús.
La santidad no convive con la suciedad, puesto que ello sería un afecto desordenado.
A este respecto recuerdo una anécdota. Una religiosa que era priora de una comunidad, usaba unos cubiertos de alpaca para hacerse más pobre que sus hermanas que comían con cubiertos de acero inoxidable. Un día la religiosa que atendía el refectorio se olvidó de ponerle sus cubiertos de uso particular y también de dejarle medio limón (el que retiró era algo repugnante que utilizaba para limpiar los cubiertos). Cuando la priora vio que no tenía sus cubiertos llamó a la religiosa encargada del refectorio y la amonestó muy duramente por tal descuido. La religiosa callo y pidió perdón.

¿Qué podemos aprender de cómo entiende esta priora la pobreza?, simplemente no tuvo una formación adecuada y por suerte el resto de la comunidad la tenían por una buena monja, pero anticuada, el problema surge cuando llegan las postulantes, que al ver tal cosa se ríen de la religiosa todo y siendo la priora. Pero nadie se le ocurrió decirle que lo que hacía no era pobreza sino miseria, por la razón de que ella se enorgullecía de serlo. Esto nos lleva a aprender que no debemos hacer creer que somos mejores que los demás, la pobreza exige humildad y saber aceptar aquello que nos dan y saberlo agradecer.
Pero la pobreza además para ser un testimonio, primero debe de ser personal y a la vez comunitaria, por eso-dice el Concilio- teniendo en cuenta las circunstancias de cada lugar, esfuércense en dar testimonio colectivo de pobreza (PC 13)
¿Pero realmente nos enseñan a ser pobres o nos obligan a ello en algunos monasterios?

Nos encontramos con otra realidad. Es el día de Reyes y la Madre Maestra le da a la postulante lo que los Reyes le han traído de regalos. En una cesta se halla unos libritos pequeños de diversos santos, una libreta, un lápiz, carbón de azúcar, y algunas cosas más. La postulante muy contenta coge los regalos, pero la Madre Maestra se lo impide, le dice que sólo puede coger dos cosas, la postulante sorprendida le dice: «Vd.no me deja que yo tenga la libertad de ser pobre, me la impone, si todo esto es para mí, déjeme que sea yo la que decida voluntariamente lo que quiero dejar o tomar», la Madre Maestra no supo qué contestarle hasta el día siguiente en que ambas hablaron, y sorprendentemente hay que decir que la Madre Maestra entendió lo que la postulante le mostraba, nunca se le había ocurrido lo de ser pobre voluntariamente y una nueva luz penetró en la Maestra que le sirvió para saber vivir esa pobreza voluntariamente con más felicidad que antes que la vivió impuesta.

Es efectivamente cierto que existe pobreza y una cierta miseria entre algunos religiosos, pobreza y miseria humana y espiritual; pero debemos generosamente atrevernos a vivir con ella con amor misericordioso, tal como nos ama Jesús y no desfallecer ante la pauperación, sino más bien animándonos unas a otras con ejemplos que nos estimulen a cumplir por amor lo que hemos prometido. Alguien escribió«Quienes ayudan a los necesitados con los bienes que poseen, ofrecen un sacrificio con los bienes que reparten, porque inmolan a Dios algo y se reservan algo para sí mismos, pero los que no se reservan nada, ofrecen un holocausto, que es más que un sacrificio». Así debe vivirse la pobreza de Cristo«En holocausto», pero felices.

El Concilio Vaticano II, en PC 13, nos exhorta a todos los religiosos a cultivar con diligencia la pobreza voluntaria en el seguimiento de Cristo, como signo y testimonio en el mundo que hoy nos está mirando, unos con esperanza y otros con indiferencia o rechazo.
Hoy, nos es necesario saber vivir la pobreza de Cristo buscando nuevas formas de vivirla, en la mesa de autoservicio de los monasterios que se autosirven las religiosas la comida, es el lugar por excelencia donde podemos observar, ante todo la caridad y tras ella la pobreza. Caridad, cuando en lugar de manosear la fruta, buscando aquella que más nos gusta, generalmente la más madura y grande, tomamos sin escoger la mejor, tal como viene, pues de lo contrario estamos dejando la fruta que no queremos a las demás hermanas y con ello faltamos a la caridad y a la pobreza escogiendo las más grandes o tomando gran cantidad de ella; ponemos de ejemplo la fruta, pero podemos aplicar el ejemplo a cualquier cosa; os lo dejo a vuestra consideración.

San Vicente Ferrer, en el Tratado de la Vida Espiritual, cap.1, nos dice:«Conviene ante todo quien desee servir a Dios, menosprecie todas las cosas terrenas, que las repute como escoria y en tanto se sirva de ellas en cuanto de ellas tuviere necesidad, hay que saber soportar incomodidades por amor a la pobreza.
Siguiendo ejemplos podemos citar el de una niña de 6 años a la que su madre le da dos reales para que se la de a un indigente que estaba sentado en el sótano del metro. La niña besa la moneda por las dos caras tal como se lo había enseñado su familia y se la da al pobre. Al punto el hombre, pone mala cara y comienza a maldecidlas con toda clase de palabras irreverentes. La niña sorprendida ante aquella reacción le dijo a su madre: « ¡Mamá, este señor no es pobre!» su madre se queda mirándola y le dice: « ¿Por qué hijita mía dices que este señor no es pobre? La niña muy serena le contesta: «porque los pobres son agradecidos».
Su madre quedó muy sorprendida ante aquella respuesta y le dijo: ¿Dónde has aprendido esto? en casa no y en la escuela menos. La niña le dijo: ¡no, no, mamá lo acabo de aprender de aquí dentro! La niña se golpeaba el pecho repetidamente, entonces su madre comprendió lo sucedido y le respondió: « Bueno hijita, no te preocupes, el que te enseña estas cosas es el Santo Espíritu».
Bien, esta anécdota verídica nos presenta toda una lección, «El que es pobre de verdad, es agradecido» y si somos agradecidos también seremos generosos para dar lo que somos y tenemos sin miedo, porque con la práctica de la pobreza se adquiere la caridad que es el fin de todas las virtudes, podríamos decir que el hecho de ser agradecido es significativo de la humildad, que es la reina de las virtudes como la llamaba Santa Teresa de Ávila. (CF. Camino de perfección del Escorial 24,1)

Algunos religiosos parecen estar preocupados por el lenguaje que los miembros de la Vida Consagrada usan para programar y evaluar todas las actividades apostólicas. Sí, ciertamente es así, y ello es consecuencia de la evolución cultural de nuestra sociedad, que con las nuevas técnicas de informática, comunicación y marketing, hacen necesario utilizarlas para podernos entender con el mundo en el cual vivimos, para ganarlo todo por entero para el Reino de Dios.
Las comunidades no son empresas financieras, es una empresa humana y divina, a lo que ello nos debe de saber ser responsables para saber llevar a término cualquier Misión apostólica aunque tenga pérdidas económicas ya que se trata de ganar no dinero ni prestigio, sino almas que amen a Dios.
Todo aquello que nos aparte de realizar nuestra misión, calculando unas posibles pérdidas o ganancias en nuestras cuentas bancarias, nos hará irremisiblemente olvidar que somos hijos e hijas de nuestros fundadores o fundadoras que supieron vivir la pobreza de Jesús.
Nos podríamos formular algunas preguntas tales como… ¿Nuestras comunidades religiosas saben lo que es tener tener alguna vez en sus cuentas bancarias en números rojos, como muchas familias que no llegan a final de mes? ¿Cómo vivimos individualmente y comunitariamente la pobreza? Ya que posiblemente seamos más afortunadas que algunas familias porque gozamos de una cierta seguridad, hay que decir que esta relativa pero cierta seguridad se utiliza para ayudar al mundo necesitado en sus diversas precariedades.
La Vida Religiosa como seguimiento de Cristo, debe renunciar a ciertas formas de excesiva«Seguridad » material para convertirse en testimonio fehaciente de fe incondicional en el Señor (CF«La vida Consagrada»Cáp. (Severiano Mª Alonso, C.M. F.) Por eso insistimos que se haga una revisión personal y comunitaria de cómo estamos hoy viviendo la pobreza en un mundo tan sumamente marcado por«El usar y tirar».sin pensar en «El otro» que no tiene nada que tirar. ¿Realmente comprendemos el alcance a que nos lleva ser «Esposas de Cristo» en ese seguimiento de la pobreza que él nos propone para gozar de la Vida Eterna?

El ejercicio de la libertad es esencial para una madurez personal y espiritual, saber discernir, qué grado de pobreza voluntaria deseo ofrecer al Señor, dependerá muchas veces del entorno donde se vive y de la determinación de nuestro propósito de fidelidad; en nuestra voluntad está dejarse llevar por el medio donde vivimos o bien por el grado de amor a la pobreza de Jesús que tengamos para que revierta en primer lugar en una humildad que haga florecer la belleza del Amor de Caridad.
PUBLICADO EN LA REVISTA TEOLOGÍA ESPIRITUAL LIII-N 158-MAYO-AGOSTO 2009

2 comentarios:

  1. Paz y bien, en este comienzo de Cauresma,
    Con cariño.Montserrat

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  2. Muy profunda su meditación sobre la pobreza.
    Renunciamiento y desprendimiento voluntario, poniéndose bajo el amparo de la Divina Providencia.
    Todos le debemos al Señor, en este tiempo de Cuaresma, un examen profundo sobre nuestro apego a las cosas y a las seguridades materiales.
    Dios la bendiga por guiarnos en las meditaciones de un modo tan claro, tan sencillo y tan amoroso.

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