Seguidores

sábado, 24 de octubre de 2009

EL PRECIO DE UNA CONSAGRADA



Muchas veces nos han preguntado ¿qué hacemos encerradas sin saber del mundo, qué hacemos que sea productivo para la sociedad?
Son ciertamente los interrogantes que una gran parte de la sociedad se cuestiona en unos tiempos donde todo tiene un precio.
Una religiosa, un sacerdote, una monja, son personas normales y corrientes, con una familia cristiana o no, que en un cierto momento de su vida, sienten que Dios les llama a penetrar en su interior, a recogerse en el centro del corazón, donde se gestan los sentimientos afectivos y reconoce que allí se encuentra Dios que se descubre como Padre, hermano, esposo y amigo, para compartir un amor de locura en el alma que se enamora de un Dios que la ama desde toda la eternidad.
Es un proceso largo en discernir qué es lo que quiere Dios de nosotras y también un aprendizaje del todo novedoso, al conocer lo que se revela en las Sgdas.Escrituras y sobre todo descubrir a Jesús a través de los evangelios y aprender de verdad a saber amar, como él nos amó.

Entonces si me preguntan que hago en un monasterio, sabiendo que hay que cumplir un horario determinado, que tengo que realizar las tareas propias domésticas, que hay que trabajar para aportar a la comunidad bienes con qué sustentarnos, en fin todo lo propio de una familia en este aspecto, nos queda que lo genuino de vivir juntas un número determinado de monjas, es vivir en oración, estar junto a Aquel que nos ama y amarnos las unas a las otras poniendo por obra el evangelio.
¿Y dónde está para la sociedad el beneficio de nuestra vida en un claustro?
Todo está en el corazón, de ahí parte nuestra oración a Dios, pidiendo por cada una de las necesidades de nuestros hermanos sufrientes. Somos una voz en el silencio que pide: «Salud para los enfermos, amor entre los matrimonios, entendimiento entre los padres e hijos, fortaleza para cuantos están pasando pruebas muy duras en esta vida; paz en el mundo, por nuestro país, para que se acaben los atentados terroristas, por las catástrofes meteorológicas, por la Iglesia, el Papa, los obispos, los presbíteros, por la conversión de los pecadores, por toda la comunidad religiosa, por nuestra parroquia etc. »
Pero, no olvidéis que nuestra oración no sólo es de intercesión, primero ante todo es una conversación amorosa con nuestro Esposo Jesús, de ese amor fluye la necesidad de pedir por los demás como una madre pide por ejemplo a su esposo le dé dinero para comparar unos zapatos al hijo mayor. Es una necesidad, pero antes tiene que haber un gran amor de locura para saber compartir todo de todo.Y así acontece en nuestra vida con ese Dios que por amor pidió que compartiese con él la salvación de todos los hombres y con la sangre de su hijo Jesús, nos compró a todos liberándonos de la muerte del pecado y darnos el cielo de gozarle tras la muerte.
Ese es el precio de nuestra vocación cristiana identificada, en una religiosa de vida activa, como generalmente se las conoce a aquellas consagradas a Dios, lo hacen a demás de la oración, mediante la educación de los niños en sus colegios, en los hospitales, en las misiones y en cualquier actividad pastoral que realicen. Las monjas viviendo en un claustro, orando desde el silencio; los sacerdotes con sus actividades pastorales, predicación del evangelio y todo el magisterio que conlleva su vocación. Todo parte del amor a Dios y al prójimo. Pero nada de eso se puede entender ni explicar si antes no hemos experimentado «Que nos aman desde toda la eternidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo»
El amor no tiene precio

1 comentario:

  1. El Amor es el lazo que nos une a todos.
    Dios nos da la vida y en ella descubrimos el gran misterio del Amor.
    Cuando uno empieza a amar "con todas las letras"; es decir, sin límite, sin medida, sin condiciones ni esperando contrapartida, todo cobra verdadero sentido y ya nada nos da temor.
    Todo se sobrelleva, se supera, se sostiene y se soporta por AMOR.
    Por eso es tan importante acompañar a los hermanos en esa experiencia única de vivir el Amor.
    Espero en Dios hermana, nuestro encuentro via internet, sea para su mayor Gloria y Honor. Que nuestras almas lo amen mas cada día y que nuestras obras sean una dulce oración elevada al Redentor.

    ResponderEliminar